
Delicioso letargo que sucumbe al ser más inquieto posible.
Influjo de morfinas que doblegan la actividad más imperiosa, inundando a su víctima de un placer incípido que oxigena, recarga, alimenta y refuerza a un huesped indefenso que se deja llevar en sus brazos.
Dulce truco de muerte que encanta y engaña, que amenaza en las madrugadas, y convence que su estadía será para siempre, para luego irse con las manos vacías; vuelve en el ocaso susurrando palabras dulces al oido que seducen y que siempre se acreditan con una vanal victoria para ser derrotada temporalmente mas tarde.
Mágico ciclo finito, prólogo de un descanso eterno; nacemos siendo perseguidos por él y vivimos engañandole todas las noches; sabiendo él, al final, quien se llevará la victoria definitiva.
Como un suave vaiven, que domina la voluntad y doblega la mente con su requiem somnífero, aletarga el pensamiento mientras conduce a su víctima en un sombrío limbo creado como si de un juego de azar se tratase, en el que Morfeo se mofa y usa sus pensamientos como si fuese un juego de mesa, que él comienza, pero que se termina en un escape fugaz no sin dejar la secuela vívida e ininteligible de aquella sensación que no respeta moral o sentimiento, cuya complejidad se compara con la infinidad de las estrellas que a su vez son testigos y complices de tal arrebato.
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